domingo, 1 de julio de 2012

Las casualidades no existen.

Casualidad es que yo lleve más de tres meses sin poder escribir aquí y, justamente hoy, encuentre la forma de volver a hacerlo.
Mi vida no para de girar, de dar vueltas, de moverse, de cambiar...
Mi vida juega a dar volteretas sin una colchoneta debajo. Y a mí nunca me gustaron las volteretas.
Todo parecía programado, preparado, fijo, predestinado, y de repente, zas. Nada es lo que iba a ser. Nada es como se esperaba. Y yo no sé si tengo que alegrarme o asustarme.
Lo único que sé es lo que estoy haciendo ahora mismo.
Me he sentado. Sí, tal y como suena. Me he sentado, en medio de un enorme desierto en el que estoy. Y lo estoy viendo todo. Todo pasa, todas las personas están de un lado para otro. Y yo estoy ahí sentada. No sé si esas personas no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta.
Pero yo sigo ahí.
La paciente de siempre. La tranquila. La sonrisa asegurada. Las manos fuertes en los brazos bien abiertos.
Se acabó.
Todos los esquemas se han roto. Las flechas ya no me llevan a ninguna parte.
Se acabó.
Y no estoy haciendo nada para controlarlo. Me he sentado, pacientemente, y me he dispuesto a observar.
Creo que es mejor así. Y lo creo realmente.
Si siempre había luchado, y hoy estoy aquí... Quizás si dejo de luchar, las volteretas me dejen en otro sitio diferente. Y estaré mareada, sí, pero se me pasará. Lo superaré.
Me sigo considerando fuerte, y mis dos cojones siguen sin fallarme, aunque por el momento estén tranquilos.

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