jueves, 25 de octubre de 2012

Las vueltas que da la vida.

Solo tenía 2 añitos cuando iba a la "guarde".
Un día (según me cuentan) salí de allí diciendo que yo de mayor quería ser "como la seño Ana, seño de guarde".
Nadie lo tomó en serio (¡evidentemente!).
Entonces, llegó Julio del año 2009. Con mis 18 años y mi 7 de media en el expediente, me plantaba delante de un ordenador para hacer la preinscripción en una carrera universitaria. Habíamos tenido muchas (MUCHAS) charlas en el colegio, nos habían explicado muchas veces la preinscripción universitaria, y nos habían dicho que pusieramos varias opciones. Pero claro... Nunca me gustó ser normal. Abrí la preinscripción, y puse: "Maestro de Educación Infantil. Universidad de Sevilla". Enviar. No puse nada más (ahora lo pienso y si hubiera llegado a quedarme fuera no sé qué habría sido de mí).
Pasó la carrera como un torbellino. Felicidad, agobio, alegría, trabajos, prácticas, exámenes, créditos, horarios, compañerismo, cambios de grupos, viaje de fin de carrera, graduación, últimos exámenes... Hasta que vi mi última nota. OCE. Con el trabajito que me había costado... Tenía un 7. Al fin. Había terminado (casi oficialmente) mi carrera. Se me saltaron las lágrimas. Tuve alegría y miedo en un mismo instante.
Y todo un verano para pensar.
Y así lo hice.
Toda la vida soñando con algo que ya había conseguido. ¿Qué era lo que venía ahora?
Psicopedagogía. Esa palabra tan complicada que (aún) no sé lo que significa.
Todo el mundo me decía que era lo mejor, que luchara por ello, que en solo dos años más tendría otra carrera... Nunca me había gustado eso. No me veía siendo psicopedagoga de mayor. Pero, por una vez (y sin que sirva de precedente), decidí hacerlo.
Empecé a planear algunas cosas, y empecé a ilusionarme (algo).
Pensé hacer el primer año de psicopedagogía, y pedir una Erasmus para el siguiente año. Siempre me ha hecho ilusión vivir una experiencia así. Por ahí me entraron algo de ganas.
Por ahí, y por el hecho de planear una "vida" junto a María. Ya nos veíamos las dos estudiando en Puerto Real, con fines de semanas gaditanos, con viajes en tren de ida y vuelta cada semana. Una forma de estar lejos pero cerca de esta ciudad y de todo el agobio que ella me produce.
Pero todo se vino abajo cuando, convocatoria tras convocatoria, me quedé fuera.
Ahí sí que me agobié.
No tenía un plan B. Y si se me ocurría alguno, era demasiado caro como para llevarlo a cabo.
Fui una ni-ni. Y no pude estar más agobiada.
Decidí dedicar mi año a inglés, acabar en Mayo con el B2 que me abrirá (o eso dicen) tantas y tantas puertas en mi futuro profesional... Un año entero solo para inglés.
No sabía ya dónde colgar carteles para clases particulares y para cuidar a niños.
No sabía ya dónde más colgar mi curriculum ni a qué ofertas de trabajo apuntarme.
Estaba agobiada. Y, además, me veía sin ningún ingreso.
Pero entonces, una mañana, sube mi padre las escaleras, entra en mi cuarto con el teléfono en la mano y me dice: toma, es mamá, van a contratarte en Sor Eusebia.
No sé describir qué sentí ni qué pensé. No sabía para qué exactamente me iban a contratar. Pero iban a hacerlo.
Al día siguiente fui allí, hablé con la jefa, y decidí dar el sí más grande que he dado en toda mi vida.
Solo 7 días después empezó mi trabajo.
Y ahora estoy aquí, después de casi dos semanas trabajando, y no puedo sentirme mejor.
Soy feliz. Estoy aprovechando mi tiempo. Estoy rodeada de niños que, aunque no tienen la edad que yo quisiera que tuvieran, son niños.
Estoy aprendiendo enseñando. Y esa es la mejor sensación del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario