Una tarde de sunem con ellas. De ese silloncito blanco redondo, con esa "mesa improvisada" en el centro. Cada una de nosotras apoyando la espalda en un trocito, sin mirarnos y sin hablar. Y yo con mi batido de chocolate (con hielo, por favor). Y con la vista privilegiada que me tocó por ser "la más enamorada del Mediterráneo". No estaría mal. Nada mal.
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